diciembre 06, 2019

Internado Cap. VI

El Bosque  



Hospital de Cunaco 10 de Mayo de 1970


Al llegar la mujer  de la cocina al lugar de los hechos, todos habían desaparecido principalmente el niño de la cara sucia por lo que se dio la orden de sancionar a todos los que duermen en aquel cuarto. Mireya se arrodillo a un costado del niño para tomarle el pulso y de inmediato corrió a ver si en el pasillo veía alguno de los guardias o tíos del aseo para que la socorrieran, y al ver que Don Pedro venía silbando con las manos en los bolsillos, Mireya le hizo señas con las manos en alto, para que el hombre se apresurara. y Don Pedro al ver la reacción empezó a correr hasta que ambos se percataron que Cuty estaba tratando de ponerse en pie.

 — Tranquilo mijo, no te apresures, te ves muy mal – don Pedro que tenia poco tacto pero muy buena persona sostuvo al muchacho por la espalda 

— ¡Ay que llamar a la  ambulancia!

—  ¡Atento base!

— Base atenta

— Caído en el ala norte, repito, caído en ala norte, solicitamos ambulancia

— Copiado, no se muevan

— Calma mijito

Cuty solo escuchaba murmullos y no veía nada, solo sentía la mano cálida de una mujer apacible que lo sostenía maternalmente 


Aquella noche el ajetreo fue tal que no tuvieron tiempo de preocuparse de otra cosa. Mientras tanto la hora pasaba en el claro del pequeño bosquecillo junto al muro colindante cuando Minerva se comenzó a sentir mal. 

—¿Estas bien? Mujer te has puesto pálida – Pamela se asustó al ver que de un momento a otro la muchacha palidecía como si la muerte le hubiese alcanzado. 

— Tranquila, no pasa nada, solo cansancio 

De pronto a los lejos por la calle junto al Muro se escucha una alarma que se viene acercando y junto a ella vienen los ladridos de los perros que no soportan, no se sabe si; la tristeza de un caído o el insoportable estruendo de la miserable alarma.

— ¡Escuchan esa sirena!

— Sonia para de tomar, te estas emborrachando

—¿No, si es en serio!

— Yo también escucho  – dijo el gordito de gafas

En efecto el sonido se hizo más fuerte y todos se pusieron en pie para ver lo que pasaba y solo alcanzaron a ver unos camilleros que se llevaban a uno de los niños. Ninguno supo quien era. Cuando Minerva se empezó a sentir extraña y con nauseas, tanto fue que tuvo que alejarse del grupo y corriendo al árbol más cercano expulsó todo lo comido y bebido. Pamela fue tras ella a socorrerla mientras que los otros se quedaron ahí pasmados, sin saber que fue lo que pasó. 

—  ¿Estas bien? – Pamela le tocó muy suave el hombro y la espalda

—  Si, solo que vi su cara frente a mi que se quebraba con un espejo

—  ¿La cara de quien viste?

—  La de ese niño de ojos azules.


En el hospital los camilleros hacen la entrada veloz por los pasillos mientras que Cuty solo ve las luces de un cielo blanco muy brillante Después de casi una hora en pabellón el muchacho duerme en la habitación 20 cuando algunos familiares llegan a visitarlo y la madre desesperada llorando mientras que el padre la sostiene por los hombros. Al pasar los días el niño no despertaba.

Se había declarado en estado de coma.

Era un lugar hermoso: un bosque frondoso en día claro; en medio había un delgado riachuelo por donde transitaban algunos pececillos de colores y ahí estaba Cuty en medio de toda esa maravilla: sentía los colores vivos, los latidos de su corazón como si oyera un tic-tac los aromas, todo en si era más claro y más profundo. podía oír incluso como una hormiga caminaba llevando una rama 3 veces mas grande que su cuerpo. Caminaba tranquilo por aquel hermoso lugar cuando a los lejos vio una niña: su cabello como el fuego mismo y unos ojos verdes impresionantemente profundos. Llevaba un vestido blanco de encajes y detalles preciosos y sus pies iban descalzos pisando la hierba, Cuando se dio cuenta ya estaba junto a ella mientras le sonreía y le mostraba el lugar como si estuviera ahí por siempre. 

Luego no se supo ni cómo ni porqué; los dos estaban recostados en una colcha de camping y en medio de los árboles y los matorrales fue como si se estuvieran  esperando por mucho, mucho tiempo para ser uno del otro 



Aquella madrugada Minerva despertó asustada y con el corazón en la boca, con los ojos muy abiertos y sudando frío . Por un instante todo le pareció tan real, tan vívido que hasta podía sentir el aroma de que aquel hombre. Lo que poco a poco se vino dando cuenta que no era un hombre, si que apenas un niño ¡menor que ella! A medida que los minutos avanzaban se percató que aún no amanecía y que en el cuarto en dónde estaba 


 

muy abiertos y sudando frío. Por un instante todo le pareció tan real, tan vívido que hasta podía sentir el aroma de que aquel hombre. Lo que poco a poco se vino dando cuenta que no era un hombre, sí apenas un niño ¡menor que ella! A medida que los minutos avanzaban se percató que aún no amanecía y que en el cuarto en dónde estaba aún podía oír como roncaban sus compañeras en las literas de al lado.

Muy sigilosa se incorpora sobre la cama apoyando la pierna en la pequeña alfombra

 

 “Y más encima tenía mis dos piernas en ese maravilloso sueño”



Alcanzó entonces la pierna ortopédica a un costado de la cama y con un movimiento ágil se la colocó haciendo una breve prueba con un movimiento de rodilla; se puso algo mas abrigador de lana en la parte superior, unos jeans y su gabán que le cubría todo, tomó los cigarros, una pequeña botellita de whisky a la que le quedaba la mitad y se dirigió a la puerta, pero se detuvo al recordar que, si no le avisaba a Pamela, ésta se iba a preocupar y al llegar se iba a enojar mucho con ella. Fue entonces que se devolvió y escribió la siguiente:

 

 “Pame:

            Voy al hospital, necesito verlo, no me preguntes porqué, llegaré antes que se den cuenta.

Cariños, Mine”


 

 

 





Alengüei Kayún 




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