—Aló – susurra una voz tras la ventana – ¿estás? Por favor contéstame
Minerva leía un libro que le había regalado Miguel hace unos días y estaba en una aventura bajo el mar junto a Julio Verne cuando escuchó unos golpecitos en la ventana.
—Sí, aquí estoy – contestó sabiendo muy bien de quien se trataba.
—Te eché de menos – voz baja, porque sabía que no estaba sola – ¿Cómo estás?
—Bien ¿y tú? – dice mirando de reojo a las camas de sus compañeras
—Bien mi princesita – él guardó unos segundos de silencio y luego continuó – lo leí, me llegó esta mañana con la correspondencia…
El novio de Vilma estaba parado justo en la ventana de la habitación de las chicas, pero ella dormía plácidamente, sin embargo eso no le importa pues la persona que venía a ver no era ella, sino su amiga.
Minerva se sentó en la silla giratoria del escritorio y se comenzó a mover de un lado a otro con los ojos cerrados y juntó las manos, clara señal en ella de nerviosismo. Jack volvió a hablar.
— ¿Qué pasa por su corazón mi chiquita? –le preguntó acariciándole el rostro con la mano – ¿Se ha enamorado de mi acaso?
—No, no es eso
—¿Segura?
—Segura
—Júrelo...
—¡Pero muchacho...!
—Así le creeré, por favor, ¿me lo jura?
—Juro que nunca te dejaré a menos que tú me lo pidas
El muchachito sonríe tomándole las dos manos.
—Pero júreme lo otro... – guardó un minuto de silencio y volvió a hablar - ¿Jura que no sientes nada por mí?
—No puedo jurarte eso – murmuró Minerva con la mirada puesta en los diseños que habían en la alfombra
—Entonces la señorita sí siente algo por su muchacho
—Cariño
Después de un rato estando en silencio ella se incorporó hacia la ventana apoyándose de la silla para cruzar hacia fuera, su camisón celeste dejó entre ver una sola pierna en medio del salto, y Minerva cayó a tierra de golpe alcanzando a apoyar las manos
— ¿Estás bien mi princesita? – preguntó Diego aterrado al verla tirada.
—Sí muchacho, estoy bien – le respondió ella mordiéndose un quejido para no despertar a nadie ni para asustar al muchacho,
Cuando se estabilizó apoyada de la pared toda rasmillada y con la única pierna que sostenía su cuerpo, extendió sus manos para acariciar el rostro de Jack para luego besarlo en la mejilla tímidamente.
—Te quiero mi princesa.
Minerva lo miró un buen rato a los ojos, pero Diego desviaba la mirada. en algún momento se iría, no era como Miguel, aunque Miguel tampoco se quedaría mucho tiempo.
Sin embargo éste la atraía, sacaba un fuego abrazador muy grande que habitaba dentro de ella, algo que la embriagaba y la trastornaba hasta perder la consciencia. Consciencia que era muerta en las noches de luna llena.
— ¿Señorita, quiere que la bese? – su voz había cambiado, Diego tenía la habilidad de profundizar la voz a voluntad, lo hacía para llegar a ella cuando quería.
— No – dijo seca y en voz baja, pero en el fondo si lo deseaba, su corazón le latía muy fuerte y parecía salirse de su boca.
Él lo sabía, y entonces se acercó a sus labios muy despacio, casi sin moverse, rozándolos, mordiéndolas suavemente. Ella no resistía más el cosquilleo en su estómago, mientras que las manos del muchacho estaban en su cintura y comienzan así un juego: ella lo rechazaba mientras que él le persigue la boca; y luego ella lo perseguía mientras él la rechazaba.
— ¿Quiere seguir evitándome aún señorita? –diciendo esto llevó su mano izquierda a la oreja derecha –quiero que sienta mi respiración Minerva –ella tembló
— Diego – dijo de pronto – no estoy enamorada de ti
— ¿Y entonces por qué lo haces? – le pregunta él apretándole muy fuerte las caderas mientras la miraba deseoso
—No lo sé
—Te soy irresistible, y quizás en este momento me estés odiando, pero sabes que tengo la razón... lo veo en tus ojos: quieres matarme, pero aun así cruzaste la ventana. Así que fálteme el respeto como quiera señorita, de todas maneras vas a obtener lo que quieres… – dijo desafiante
Y mientras él acariciaba su única pierna con una mano, con la otra la sostiene firme por la cintura para seguirse besando apasionadamente contra la pared junto a la ventana del cuarto hasta que la pierna de Minerva ya no da más y se doblaba abatida hasta que ambos terminaron en el pasto húmedo por el roció., y en el pasto húmedo ella se dejó envolver con sus caricias y besos, hasta que un gemido fue ahogado con un suave mordisco en sus labios mientras sus pechos eran tiernamente sostenidos libres en la luz de la luna llena
— ¿Algún día te enamorarás? –la voz de él volvió a suavizarse luego de tanta pasión
Minerva aún en silencio al escuchar la pregunta responde...
—Ya me enamoré perdidamente de alguien y no creo que lo haga de nuevo […]
— ¿Y ese alguien lo conozco, cierto? – preguntó con cierto dejo de tristeza porque estaba seguro que aquél era su ex-amigo
—No, no lo conoces – dijo ella en un tono seco
— ¡Ah! - exclamó él ahora preguntándose de quien se tratará
—Ya te conté la historia, ¿verdad?
— ¡Ah sí! La historia, cierto –hace una pausa – pero creo que algún día te llegará el amor de verdad… supongo…
—No lo sé –dice ella tristemente
—Solo tienes que elegir bien de quien te enamoras
—Uno no puede elegir de quien se enamora. ¿Tengo razón? – le preguntó esto último mirando fijamente a los ojos...
Más él agachó la mirada puesto que sabía con certeza que Minerva se refería a cierta persona por la que él estaba ciego, entonces la muchacha lo abrazó aún más fuerte.
—Tú y yo somos iguales – le dice ella
—Sí, de eso me doy cuenta mi señorita
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