Capitulo I
En el laboratorio estaba Emilio con su bata blanca en medio de unos tubos de ensayo revolviendo un liquido verde musgoso, estaba muy concentrado cuando de pronto tocan la puerta y entra una mujer alta y delgada, cabello crespo, de falda negra y blusa blanca con un pequeño logotipo en la parte superior izquierda de la blusa
— Don Emilio, lo están esperando en la sala de juntas.
— ¡Rempanos ! – Emilio se encandilo al momento que la puerta del laboratorio se abrió ya que estaba a oscuras con una led para contemplar mejor los microorganismos de los tubos de ensayos.
La secretaría cerró la puerta y Emilio se sacó los anteojos, y se secó el sudor con la manga de la bata. Ordenó algunas cosas y de un cajón sacó un pequeño obsequió rojo con una cintita de ñoño estilo humita
Ese día era Viernes y en la noche tocaría el acordeón en el Club Música Ranchera Su afición más grande era el acordeón y de ves en cuando le gustaba cantar para sacar su dolor.
Cuando salió del laboratorio a la sala de juntas, se encontró con la sorpresa de que todo el equipo de trabajo de su departamento más cercano, le celebraba su cumpleaños, uno de los momentos mas emotivos de todo el año. Cada uno dijo un discurso, sus formalidades, y parabienes hacia el cumpleaños, quien entre tanta sorpresa contaba anécdotas, chistes, agradecía muchas cosas, y la reunión que le habían preparado.
A so de las seis de la tarde se fue a su casa con todos los regalos, flores y tarjetas que había recibido, la señora que hacía las cosas en la casa, les preparó la cena y ya tenía lista a Belinda sentada en el sillón con un vestidito color rosa que tanto le gustaba con sus trenzas.
— ¡Apá ya legaste! – la niña corrió a sus brazos dejando todo tirado en el sillón
La señora al oír las llaves abriendo la puerta de la casa, salió de la cocina con un delantal tipo perchero y un paño de cocina en el hombro, y en las manos fregando un plato
— Ya le sirvo don Emilio
— Gracias Berta.
— Apá ¿Me trajiste algo rico?
— Claro que si mi bebé hermosa, te traje unos tacos
— Esta listo, pasen a la mesa.
Emilio tenía una hija pequeña que se llamaba Belinda: redondita y cachetoncita, de piel rosada y los ojos casi negros. Su madre, una hondureña igualmente redonda y corpulenta; los había dejado abandonados por que se encontró un hombre de dinero el que le hacía as mejores regalías y atenciones que Emilio no podía dar.
— Apaito Hoy quédate conmigo ¿si? – Belinda le sostenía la mano, con las de ellas que eran muy chiquitas y adorablemente redondas
— Bebé hermosa, de verdad no puedo, esta noche es Viernes, ya sabes que tengo que irme
— Pero apaito, yo te quiero aquí conmigo
Al ver que Emilio no podía controlar muy bien la situación con su pequeña Berta sale de la habitación de don Emilio con el traje recién planchado
— Belinda, ¿Quieres que preparemos un postre rico para tu papá?
— ¡Sí!
Emilio mira agradecido a Berta que siempre ha sido como una abuela para ella y así pues pudo cambiarse el traje y preparase por a las ocho lo pasaba a buscar Mario para llevarlo al Club. Esa noche hacía su debut La chica de rojo y Emilio ya quería conocerla solo por que Mario sabía como describirla
Al bajar de la trola se podía escuchar la música fuerte, Mario se bajó primero y ayudó a Emilio con el acordeón, el cuidador que le tenía bronca a Mario por rencillas del pasado, cuando los vió frunció el seño y les hizo una venia con la ceja arqueada.
— ¿Por que te tiene tanta mala el bato ese? No me digas que...
— Así mismito es la cosa po´ñor. Le levante la chiva
— ¡No manche compa!
— Neta cumpita
— Orale
La música se escuchaba aún más rimbombante dentro del Club y el ambiente estaba envuelto de luces y aromas a los mejores tragos. Cuando los amigos de la banda con que tocaba los vinieron aparecer se acercaron a felicitarlo por su cumpleaños y le daban más y más regalos
— ¡Hijole, dónde me llevo todo esto de vuelta! jajja.
Emilio solo reía, en serio que en ese lugar era muy feliz. en eso estaban cuando de-pronto la música se apagó y encendiéndose una luz en medio del escenario el animador hizo ademan de silencio y con una voz ronca y profunda presentó ante el público a La chica de rojo y tras un estruendoso aplauso grupal, apareció una mujer espectacular:
Emilio embelesado con tanta belleza de aquella mujer de veinte años se tomó el tequila cuando se le acerco una mujer muy bella, otra bailarina del gremio: llevaba puesto la misma lencería de la bailarina en el tubo, pero de color azul claro con ligas y medias negras terminando el unos tacones de garza color rosa. La exuberante mujer se hacía llamar la bella Celeste
— Hola guapo, ¿que tal estás? – era una opción para las bailarinas ser meseras después de actuación
Usando como uniforme aquel sensual bañador así ganaban propina y al mismo los clientes se sentían más motivados a consumir.
— ¿Te traigo más tequila, corazón? – la muchacha se esforzaba todo lo que podía para acaparar la atención de Emilio.
Sin embargo éste no despegaba la vista de la mujer que bajó de la plataforma y desapareció a un costado del escenario.
— Claro que si bebecita,
— A tus ordenes bombón.
La Bella Celeste fue por el vaso de tequila, mientras que Emilio se levantó de su mesa y preguntado por la bailarina le informaron que estaba en la barra, por o que sin pensarlo dos veces se sentó como por casualidad junto a la muchacha de veinte años y pidió un tequila. Al escuchar Minerva aquella voz, sonrió para si y mirando hacia el costado derecho se encontró con la mirada de aquel hombre que el viernes pasado, al igual que hoy no le despegó la vista
— Esperé tu llamada toda la semana y jamas eras tú
— No le hablo a los extraños – esa voz española esperaba oírla toda la semana Emilio
— Pero no lo soy
— Ps claro que lo eres – la muchacha se hecho a reír pícara y bebió el último sorbo de whisky para levantarse
— Espera, por favor no te vayas
Ya de pies los dos, Emilio sacó de su bolsillo la pequeña cajita roja de cinta de humita para entregársela y ella la recibió sorprendida dándole las gracias.
— Aquí estabas corazón, te traigo tu tequila bebé
La bella Celeste al darse cuenta que Emilio estaba muy cerca de Minerva, se apresuró olvidando que llevaba sus hermosos tacones de garza y por accidente derrama todo el brebaje encima de la camisa de Emilio quien se tropieza con esos taconees pero logra la estabilidad.
Minerva se guarda en el bolsillo del bagan negro el obsequio y preguntándole si se encuentra bien se acerca, pero La bella Celeste responde por él impidiendo que se acerque un paso más.
— Bueno, entonces siendo así yo me retiro por que ya se me hizo tarde, Te dejo en muy buenas manos – diciendo esto se da vuelta para irse sin poder contener la risa para si, mientras que Emilio levanta la mano, como para detenerla.
Sin embargo La bella Celeste triunfante hace que él se siente en una silla para poder ver que puede hacer para sacarle la enorme mancha amarilla de la camisa.
Alengüei Kayún
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