mayo 18, 2020

La Astucia y La Sabiduría

 Muchas de las narraciones que leemos nos muestran a personajes que se enfrentan a una serie de encrucijadas de las cuales logran salir airosos gracias a su astucia. En otras palabras son personajes que logran con sus propósitos de manera ingeniosa y,muchas veces engañosa.

Además de hombres y mujeres astutos, también se sabe de grandes sabios que se caracterizan por la prudencia y la sensatez con que conducen sus vidas. ¿ero que son estas palabras que en algún minuto más de uno a podido escuchar. Estas Virtudes son producto de la experiencia y la reflexión que están asociadas a personas de avanzada edad, sin embargo todos podemos tener el conocimiento de estas maravillosas virtudes.


A continuación.... 


Viejo Pillo

Alguien dijo que el pueblo ya no parecía el mismo faltando don Juan. Otro lanzó una risa sin voz, y el sarcasmo inevitable: sí, ahora iba a estar mejor el pueblo. Al saber la noticia, los dueños de fundo de los alrededores sentenciaban, con curiosa y más bien abstracta unanimidad, que don Juan había sido una institución en Los Puquios. La gente modesta no entendía mucho eso de la institución. Para ellos había una palabra que lograba definir con mayor exactitud al personaje: pillo. 

En su brevedad cabían desde la admiración a contrapelo —¡Será pillo don Juan!— hasta el permanente despecho —¡Viejo pillo!—, pasando por toda la gama de la rebeldía o la ira involuntariamente sofocada, el rencor, el odio quieto, la envidia silenciosa. Nunca simpatía ni desprecio sin matices. 

 Nadie dejó, no obstante, de sentir a su manera que don Juan no estaba. 

Desaparecía, para unos, la figura bonachona y obsequiosa, inseparable del paisaje vernáculo. La institución. Para otros era un enemigo menos, en medio de tantos seres y cosas enemigas. Dos o tres se atrevieron a imaginar, sin verdadera esperanza, un nuevo almacenero cuyos kilos y cuya aritmética no se hallasen sujetos a esotéricos altibajos. 

Todos son iguales, se encogía de hombros el fatalismo de la mayoría. 

Como una muela que falta, la ausencia de don Juan resultaba más real, más tangible que su presencia. Y la memoria de los puquianos era una lengua que se metía con reiteración incontenible en la encía desnuda de esta anécdota, de aquella estampa. De esa tarde en que Antonio… De la noche de Año Nuevo, cuando el Traro, ja, ja, este Traro… De cierta vez que el teniente… 

El pueblo entero, queriéndolo o no, realizaba una apasionante reconstitución de los hechos. Conocían en detalle el final espectacular. El comienzo despertaba poco a poco, medio desperezándose, en sus memorias, con la vaga intangibilidad de un mito: parecía que don Juan hubiese vivido en Los Puquios desde siempre, que perteneciera al lugar, igual que la iglesia y los faroles de gas. y el reumático puente sobre el estero. Solo las voces aédicas de los viejos —no, no, hijito— eran capaces de retroceder hasta el génesis.

 —Jue pa ese sequía grande… 
—Esu’era. ¡Sequía! ¿Y no si’acuerda’ el aguacero, cuando llegó la carreta con loh mueuleh? 
—La pura. 
—Pasó too er día…, doh díah, dehcargando caa veh que amainaba. 
—Ei tá, puh: si acabaa’e terminar la sequía. 
—¿No ve?

 Era joven don Juan en ese tiempo. Veinticincos años tal vez. Pero ya era don Juan. Y ya era gordo, y tenía ya ese aspecto vagamente porcino, y el bigotito pulcro y retorcido de futre —futre de entonces—, que se le había ido quedando pegado con el andar de los años, y luego le daba un toque indefinible de “antiguo”. Y la piel algo morena. Y la papada donde empollaba, floja, floja, su voz de eco profundo, hecha como aposta para decir: 

—No se fía. —Pero, don Juan… —No se fía —cantando casi demorándose con voluptuosidad en la alegría irresponsable de la i.








 Guillermo Blanco. (2010). Viejo pillo. 
En Cuero del diablo. 
Santiago: Zig-Zag. (Fragmento).

mayo 17, 2020

Pedacito de Luna

Érase una vez, una noche en la que la luna brillaba tanto. Recuerdo que yo había cenado y salido para afuera, a mi guarida, que era un rinconcito entre medio de los arbustos y unas plantas que expelían un aroma riquísimo, en el lugar habían unos maderos y sobre ellos unas telas acuadrillé de celeste con blanco, junto a la pared de un cuarto pequeño que servía para almacenar la leña de todo un año, los troncos que mi padre había ahormado, mas las telas, mas un cojín bien grande de color azul; eran los artilugios perfectos para reposar en un sofá improvisado, y muy cómodo. y poco a poco me fui acurrucando ahí, quedando con la vista al cielo. 

Imaginé tantas cosas, hasta que de pronto empece a sentirme liviano. Me había ensimismado, sentía todo con más sensibilidad: los aromas, los colores, mi respiración, las palpitaciones de mi corazón; podía sentir como la sangre corría por mis venas.. Siempre mirando al cielo, aquella luna maravillosa, que de pronto se movía, y en mi cabeza un sonido: agudo y contaste. La Luna se vía encima de la Tierra a toda velocidad, como si se fuera a estrellar, pero al estar a unos cuantos metros de mi, un trocito se desprendió mientras que el resto volvió a su lugar.

Aquel Pedacito de Luna poco a poco fue tomando forma de la mejor maravilla que Díos había hecho en el mundo: una mujer: su apariencia era mordica; alta, piel blanca, cabellos blancos- Llevaba un vestido de un azul metálico blanco con ciertos detalles en color negro, lleno todo muy brillante- Luego de hacer una venia para saludarme, extendió su mano tocando la mía haciendo que una electricidad corriera por todo mi cuerpo, haciéndome despertar de mi trance al tiempo que ella con los ojos fijos en los míos parecía tomar mi lenguaje para comunicarse, 


— No tengas miedo – sentí su voz dentro de mi mente – no te haré daño
— Hola ¿en qué te puedo servir. Princesa de la Luna
— Necesito recopilar toda la inteligencia del mundo, y necesito de ti para que me ayudes 


Fue entonces que sin haber soltado mi mano ningún minuto, me hizo levantarme de mi acogedor rinconcito, y al hacerlo, me sentí tan liviano como una pluma, ¿y cómo no? si al ponerme en pie, solo mi alma se levantó dejando mi cuerpo reposar plácidamente, como si estuviera dormido. Todo me parecía normal e incuestionable, como si fuese un Pacto de lectura, en dónde todo es posible, pero esta ves en ves de leer  un libro, me sienta como uno de sus personajes. Nos transportabamos dentro de una esfera transparente muy flexible, sin ningún tipo de gravedad, moviéndonos casi a la velocidad de la luz, yo veía solo estelas de colores desde un punto medio hasta que llegábamos a nuestras paradas. Museos, bibliotecas, pirámides, Las Ruinas de Machupichu, Palenque, Teotihuacán, las Biblias del muco. 

Cuando entrabamos a las bibliotecas yo veía como la esfera se desasía, la mujer solo miraba y los libros se alzaban solos, se hojeaban solos, a velocidades inhumanas y al momento de ser devueltos a su lugar, éstos yacían vacíos, puesto que el conocimiento era literalmente absorbido por ese ser. Aquella extraña y enigmática mujer se leía todos los libros de una manera impresionante . Libros más de cuatrocientas páginas y en unos cunados segundos los leía. Sin embargo lo más terrorífico de todo era que a las personas que estaban en aquellos lugares; con solo mirarlos, les sacaba toda la inteligencia, dejándolos en estado vegetal

— ¿No te da lastima dejarlos así?  –  apenas si me salió la voz por la impresión que me llevaba
—  Ellos están siendo transportados a otro lugar importantes para ayudarme, allá los esperan cuerpos mas jóvenes y fuertes. — ¡Vaya! ¿y por qué a mi no me haces nada?
— Tú sirves mucho más de lo que crees, y más que todo ellos, puesto que yo puedo, no solo ver tu mente, si no tu corazón. No escondes nada a pesar de estar horrorizado con lo que acabas de ver. No necesito sustraerte nada, ya que me permites leerte por completo. Ademas tienes la intención de destruirme, por que todo serhumano le teme a lo desconocido, pero tú no lo harás.   Gracias por confiar en mi – dije ahora con la voz más segura 

La aventura duró tres días. Ella podía levitar,, hacerse invisible igual que a mi, la gente no podía entender como los libros eran sacados de sus estantes hojeados y vuelto a sacar, Pero el asombro fue mayor al ver a los científicos, doctores y sabios de todo el mundo vuelto vegetales- Nadie sabía nada, nadie le daba una respuesta solida. 

Hasta que después de mucho tiempo recorrer, volvimos a mi rinconcito de los maderos, mi cuerpo reposaba como durmiendo en aquel cojín azul.: yo volví a sentirme pesado, abrí lentamente los ojos, parpadeando lento, aún la veía frente a mi, toda iluminada y brillante en ese azul tan hermoso. La contemplaba con dulzura, hasta que en mi cabeza se volvió a oír el sonido agudo y constante de la Luna mientras se acercaba. Ella se despidió de mi con un beso, suplicándome que nunca pensara en destruirla

— Jamás te destruiré, mi Bella Dama  ama a todas las civilizaciones que estén bajo tu cargo, a esta gente que dejaste vegetal recuperalos
— Así será  – me dijo – transportaré sus cuerpos a donde te mencioné y vivirán felices en funcionalidad con tu mundo. Reaparecerán otra vez pero más jóvenes. Y contigo voy a ser lo mismo, haré que el tiempo no pase por ti, serás así eternamente. hasta que tu tiempo se cumpla  

De esta forma ella se engancho otra vez a la Luna en un proceso regresivo a como había llegado convirtiéndose en ese Pedacito de Luna que faltaba y la Luna así volvió a su órbita.



 

Relato oral por 
Cruzart Dominguez

 Escrito por
 Alengüei Kayún 

mayo 07, 2020

Libro 3 , Cap 8 El regreso del Perro

Puerto Montt, Mayo 1978


Estando dentro de la cantina  como cada fin de semana tocando música y charlando el tabasqueño conversaba animosamente con los demás comensales cuando desde atrás aparece ella: con sus cabellos castaños y ondulados, sus ojos chispeantes color miel, con esa sin igual sonrisa en sus labios rojos y ese vestido entallado. Apareciendo detrás de él

— ¡Tabasqueño, –  dice un tanto burlona –  no te escaparás de mi tan fácil. Anoche os deje un mensaje muy importante encima de la mesita de recibidor, ¡y todavía! no me contesta. No lo quería ser público, pero como aún no he recibido contestación alguna, he de venir hasta tu agujero para reclamar lo que es mio. Permiso, sigan en lo suyo

Al decir esto la muchacha se da media vuelta y camina muy lentamente torciendo una sonrisa para si misma con la cabeza un tanto inclinada, como sabiendo a la perfección lo que iba a pasar

— Mi vida es pública, –  dijo con una voz grave y sin titubeos, teniendo el descaro de reírse mientras que al voltearse la sostenía de un codo para que Minerva no se fuera a ir

La joven arqueo una ceja puesto que la acción no era bien vita, haciendo que el muchacho se ruborizara levente y aflojó la mano. Y luego de unos segundos de silencio entre la acción y aquella mirada desafiante y penetrante por parte de ella, El continúo diciendo.

— Así que tranquila muñeca , tu respuesta se debe haber traspapelado con los otros pendientes que tengo en la agenda, pero pronto vas a tener tu respuesta – le dijo con una sonrisa tímida y suplicante.– Seguramente la respuesta ya esta en su buzón de esta mañana, solo que seguramente usted ya estaba dormida.... quizás con quien...

El muchacho se quería enterrar vivo por lo que acababa de decir, y el miedo se hizo notorio en sus ojos pardos delante de su Diosa quien fue la única que se dio cuenta y sonriendo maliciosa se acerca a su mejilla para posar sus suaves labios sobre él.

— No, no me fui a dormir, es que me llamaron, tuve que ir a una caería de emergencia. Bueno Tabasqueño, voy a estar esperando su respuesta.
—Bueno preciosa, aquí estaré cada vez que me necesites, mi amor

Ella se ríe con esa singular sonrisa tan linda a los ojos de su perro 






Una vez que Minerva llegó a la pequeña casa que habitaba, se desprendió de sus ropas para darse un baño caliente, para luego tomarse una copa de vino tinto junto a su chimenea, cuando efectivamente, en la mesita del recibidor había una nota de respuesta a su pregunta.


"Mi Diosa del Olimpo, gracias por volver  a ser la misma cómplice de siempre, Con amor, tu Perro"

Bebiendo la copa, se acurruca en su sillón cual gata cansada de cazar ratones y lee una y otra vez la pequeña nota que venía adjunta a un bello ramo de rosas rojas, se sonreía al recordar la expresión de esos ojos de cachorro asustado, mientras le hablaba golpeado y aparentemente rudo en frente de aquellos hombres. Pero aquellos ojos asustados le suplicaban una piedad infinita a La Diosa del Olimpo. 

Ya habían pasado algunas horas desde que fue a buscar a su Perro al antro cuando de pronto tocaron la puerta, al darse cuenta de haberse dormido con el cabello mojado hizo un gesto de desaprobación de una madre a una hija pequeña. La puerta volvió a tocar.

Con su camisón celeste semitransparente veinte centímetros arriba de la rodilla, una bata de algodón color azul y su copa de tinto en la mano izquierda, abre la puerta para recibir al visitante que esperaba algo inquieto y tímido fuera.

— Pasa, hace frío –  dijo con una voz casi maternal

El hombre cerró la puerta mientras que Minerva le daba la espalda dirigiéndose a la pequeña mesa de centro para llenar nuevamente su copa y ahora la de su compañero. El hombre al verla no pudo evitar admirarse de su belleza escultural, a pesar de su pierna ortopédica.

— Gracias, – dice con una voz suave – ¿cómo vas con tu pierna.

El hombre realmente estaba nervioso y quería de alguna manera romper el hielo y ofrecerle disculpas por su comportamiento en aquel bar. La muchacha lo miro arqueando una ceja y no pudo aguantar su inusual risita y cariñosamente le extendido la mano para pasarle la copa de vino e invitarlo a sentarse en el sofá junto del de ella.

— Hace mucho que no venías a visitarme,  – en su posición de gata acurrucada le hablaba con ese siseo tan característico
— Cómo es posible que aun seas capaz de hablarle a mi corazón, es decir, no entiendo como aún después de que me dejaste.... – dice haciendo una pequeña pausa – cuando más te necesitaba. Aún así como es posible que no pueda sacarte de mi corazón, mi Diosa

Ella solo lo observa tomando postura ergida, como una gata egipcia, sus ojos almendrados color miel y su cabellera rojiza mojada y algo crespa






Alengüei Kayún 




mayo 06, 2020

Libro 3 Cap 4 El acecho de Miguel y la Anciana

Puerto Montt, 1980




Saliendo del colegio como todas las tardes Minerva iba con su bolso cruzado y su gabardina negra atravesando el patio del establecimiento, Marcos Nuñez la queda mirando con ojos de perversión; hombre alto, robusto y de piel canela.

— Buenas Señorita   –  le sisea  con esa voz arrastrada
— Buenas tardes Marcos – le dice la Señorita, adoptando una voz profunda y calmada arqueando una ceja
— ¿Ya se va? – Marco con el overol azul y la escoba en la mano se acerca sigiloso.


         Todos sus movimientos son como los de un reptil.

 —  Así es Marcos –  dice ella bien cerca de él y mirándolos fijamente a los ojos por que sabe que si se descuida esta perdida
 —  ¿Y por qué no nos escapamos un ratito, hermosa, a ver que pasa.

Minerva lo mira con esos ojitos cazadores. La experiencia le decía que hombres como él son muy buenos en la cama, como canalla y mientras que en casa su esposa lo espera con sus dos hijas, a Marco le gustaba serle infiel, era como beber el elixir de la vida. Y cuando Minerva supo, Marco le suplicó que no contará a nadie y ella le guardó el secreto a cambió de una condición...

— Esta noche no puedo escaparme contigo y más vale que no insistas – le susurró con esa voz un tanto seductora y arrastrada que pone cada vez que ese fuego de ira contenida nace del estomago y emerge por la garganta

Muy sutil.

— Esta bien mami – le vuelve a sisear el ecuatoriano

Sin embargo esta vez Minerva no le mantuvo la mirada y al irse él la toma del brazo bruscamente, y atraiéndola la besa de una forma dominante, resbalando su mano por el cuerpo de la señorita hacia abajo y con la otra sosteniéndole firme el cuello, para luego dejarla ir como si nada. Ella tomó su bicicleta junto al costado y subiéndose fue rápidamente como si en cada pedaleada se safara de un inmenso dolor.

        Y se fue por esos callejones camino a su casa, cansada y con dolor en su pierna fantasma y pensando en la atrocidad que Marcos era y cómo Villalba era un hipócrita de lo peor, a los dos en serio detestaba, por suerte ya en casa estaría su Ángel para cuidarla y mañana era viernes para ver a su amigo el tallarin 



Te gusta caer siempre tan bajo ¿verdad muchacha?  

             La voz retumbo en su cabeza cual música de terror. Minerva se detuvo en seco en medio de la calle, casi se cae del susto que le provocó escuchar aquella voz tan bien reconocida., su  cuerpo empezó a temblar y afirmándose de la bicicleta saca su petaca de whisky y se  bebe un trago largo para cobrar compostura.

¿No me digas que te asuste muchachita? Ha pasado mucho tiempo que no te visitaba. Ya eres una mujer, quien lo diría, pero siempre serás mi muchacha. 
 —¿Que diablos haces de vuelta? – Minerva se apoyó un poco en la bicicleta, estaba algo mareada y así no podía continuar a su casa

Como de costumbre tan cordial usted muchacha, – dice echándose  a reír – Extrañaba a mi muchacha, ¿acaso no la puedo venir a ver? Y antes que me digas nada, ya te habras dado cuenta que Gabriel esta ahora de este lado, pero aún no puede hablarte. Aún lo odias por lo que te hizo. 

             Al escuchar esto la muchacha se cayó al piso, la única pierna le estaba temblando demasiado y al caerse la prótesis se le desprendió de su rodilla y al ver su muñón expuesto maldijo a todo y a todos. Una mujer que venia por la otra calle al verla en el suelo, atravesó corriendo a socorrerla, era una anciana, le puso la prótesis y la puso en pie nuevamente, le secó las lagrimas como si fuese una niña y la abrazo. El aroma que tenía aquella mujer era el mismo del que fue su madre hace muchos años.

        Era Alengüei.
 
 — Que los demonios no te coman, hija mía.

        La anciana le besó la frente, la contemplo un rato y luego se fue camino arriba.


"Mamá"







Alengüei Kayun 




mayo 03, 2020

Libro 3 Cap 2 El Bar Karaoke

Aldama, Agosto 1978


Viernes por la noche y Minerva estaba lista y preparada para triunfar en las gradas mientras que Cuty en estaba apunto de subir a la tarima a cantar, sin antes tomarse un vodka para la garganta y de paso relajar el nervio y aullentar a los miedo. La muchacha lo quiere, a sus 32 años Cuty la salvo de caer a un abismo, pero no la ayudó solo, por esto le tiene una estima muy especial que se ha convertido en algo más que el amor convencional entre una pareja.

Así pues, mientras el Maestro canta, ella prefiere divertirse y pasarla bien junto a los amigos con que vinieron al bar esta noche, y fue el turno de Luciano: un hombre de 36 años, cabello castaño y algo revuelto, con una sonrisa muy contagiosa muy propia de él y esta dispuesto a jugarse esa noche al lado de Minerva.

— ¡Otro whisky por favor! – exclama Minerva como pidiendo anestesia al escuchar las canciones que hablan de la verdad en su estado más puro y cruel

— ¡A la orden mi reina ! – Luciano la atiende decidido a complacerla en todos sus caprichos aquella noche

Las risas iban y venían, los coqueteo también, las frases de doble interpretación fueron las mas sabrosas de aquella noche, siempre en un ambiente de respeto y ameno entre todos, y aunque Luciano era nuevo entre todos, por nada del mundo se quiso quedar atrás en el juego de la seducción.

Cuando Cuty,después de cantar unos cinco o seis temas, bajó del escenario a compartir con sus amigos un par de tragos y sorprendiendo a Minerva desde atrás, mientras se ríe con Jimmy y Luciano, la sostiene de la cintura y al sobresaltarla le susurra al oído.


"Siguele, siguele pa'que se le quite"


Y todos se echaron a reír, no por lo que Cuty dijo, sino por la reacción que esto provocó en la muchacha. Todos menos la argentna, quien estando en una mesa más allá con otros tres amigos, bebe la última copa de su margarita para luego ponerse de pie, en un acto decidido tomando sus pertenencias, para marchase de aquel lugar. Sin decir nada a nadie. Cuty no se dio cuenta de que la argentina se había ido enfurecida por lo que le vio hacer. Aquellas horas pasaron muy rápido después de unos cuantos tragos se subió también Shirley y otras dos muchachas más a la tarima, mientras que abajo en las gradas la fiesta continuaba entre vodka, whisky y cervezas.


          Ya pasado las dos de la mañana el antro cerraba sus puertas. Minerva sabía que el Maestro la llevaría a casa, sana y salva y por eso no se preocupaba cuando le preguntaban si la podían llevar. Luego de varios intentos, Luciano desistió y decidió marcharse dejando a la muchacha bebiendo el último trago sola, mientras que esperaba que Cuty terminara de hablar por telefoneo algo inquieto. Por los movimientos, la expresión en su rostro y su tono de voz, ella ya sabía que se trataba de la novia.


Una vez estando en la camioneta ella lo distrajo con anécdotas de lo que pasó mientras que él arriba cantando y la distracción le funcionó ya que Cuty se reía sinceramente y así mientras que la música sonaba en el pequeño radio llegaron a casa

— Hace mucho frío ¿Quieres café? Tengo ese que expide un exquisito aroma a nuez – la muchacha sabía perfectamente como manipular la voz, pero cuando lo hacía con él era solo para molestar y hacer referencia a la forma de seducir, y Cuty lo sabía muy bien

Él solo sonríe y acepta y estando en la cocina se toman el café conversado

— Gracias por el apoyo esta noche
— Nada que agradecer, simplemente hice lo que me pareció correcto: nadie, ¡absolutamente nadie! Te debe prohibir nada, la mujer que esté contigo te tiene que querer tal cual eres

La muchacha sonrió en esa forma tan encantadora que derrite a cualquiera, incluso al Maestro, luego de unos cinco o diez minutos del café, ambos se dan cuenta de que el silencio los absorbe, en el minuto él decide irse y ella acepta.

En la habitación se pone su camisón celeste semitransparente, que le queda veinte centímetros arriba de la rodilla y descalza se mete en la cama junto a la derecha de Ángel besandole la frente y la mejilla, cruzando su pierna y su brazo por encima de su cuerpo, aferrándose a su costilla en posición fetal.

Resguardada, protegida y feliz hasta el día siguiente.












Alengüei Kayún