Puerto Montt, Mayo 1978
Estando dentro de la cantina como cada fin de semana tocando música y charlando
el tabasqueño conversaba animosamente con los demás comensales cuando desde atrás aparece ella: con sus cabellos castaños y ondulados, sus ojos chispeantes color miel, con esa sin igual sonrisa en sus labios rojos y ese vestido entallado. Apareciendo detrás de él
— ¡Tabasqueño, – dice un tanto burlona – no te escaparás de mi tan fácil. Anoche os deje un mensaje muy importante encima de la mesita de recibidor, ¡y todavía! no me contesta. No lo quería ser público, pero como aún no he recibido contestación alguna, he de venir hasta tu agujero para reclamar lo que es mio. Permiso, sigan en lo suyo
Al decir esto la muchacha se da media vuelta y camina muy lentamente torciendo una sonrisa para si misma con la cabeza un tanto inclinada, como sabiendo a la perfección lo que iba a pasar
— Mi vida es pública, – dijo con una voz grave y sin titubeos, teniendo el descaro de reírse mientras que al voltearse la sostenía de un codo para que Minerva no se fuera a ir
La joven arqueo una ceja puesto que la acción no era bien vita, haciendo que el muchacho se ruborizara levente y aflojó la mano. Y luego de unos segundos de silencio entre la acción y aquella mirada desafiante y penetrante por parte de ella, El continúo diciendo.
— Así que tranquila muñeca , tu respuesta se debe haber traspapelado con los otros pendientes que tengo en la agenda, pero pronto vas a tener tu respuesta – le dijo con una sonrisa tímida y suplicante.– Seguramente la respuesta ya esta en su buzón de esta mañana, solo que seguramente usted ya estaba dormida.... quizás con quien...
El muchacho se quería enterrar vivo por lo que acababa de decir, y el miedo se hizo notorio en sus ojos pardos delante de su Diosa quien fue la única que se dio cuenta y sonriendo maliciosa se acerca a su mejilla para posar sus suaves labios sobre él.
— No, no me fui a dormir, es que me llamaron, tuve que ir a una caería de emergencia. Bueno
Tabasqueño, voy a estar esperando su respuesta.
—Bueno preciosa, aquí estaré cada vez que me necesites, mi amor
Ella se ríe con esa singular sonrisa tan linda a los ojos de su
perro
Una vez que Minerva llegó a la pequeña casa que habitaba, se desprendió de sus ropas para darse un baño caliente, para luego tomarse una copa de vino tinto junto a su chimenea, cuando efectivamente, en la mesita del recibidor había una nota de respuesta a su pregunta.
"Mi Diosa del Olimpo, gracias por volver a ser la misma cómplice de siempre, Con amor, tu Perro"
Bebiendo la copa, se acurruca en su sillón cual gata cansada de cazar ratones y lee una y otra vez la pequeña nota que venía adjunta a un bello ramo de rosas rojas, se sonreía al recordar la expresión de esos ojos de cachorro asustado, mientras le hablaba golpeado y aparentemente rudo en frente de aquellos hombres. Pero aquellos ojos asustados le suplicaban una piedad infinita a
La Diosa del Olimpo.
Ya habían pasado algunas horas desde que fue a buscar a su
Perro al antro cuando de pronto tocaron la puerta, al darse cuenta de haberse dormido con el cabello mojado hizo un gesto de desaprobación de una madre a una hija pequeña. La puerta volvió a tocar.
Con su camisón celeste semitransparente veinte centímetros arriba de la rodilla, una bata de algodón color azul y su copa de tinto en la mano izquierda, abre la puerta para recibir al visitante que esperaba algo inquieto y tímido fuera.
— Pasa, hace frío – dijo con una voz casi maternal
El hombre cerró la puerta mientras que Minerva le daba la espalda dirigiéndose a la pequeña mesa de centro para llenar nuevamente su copa y ahora la de su compañero. El hombre al verla no pudo evitar admirarse de su belleza escultural, a pesar de su pierna ortopédica.
— Gracias, – dice con una voz suave – ¿cómo vas con tu pierna.
El hombre realmente estaba nervioso y quería de alguna manera romper el hielo y ofrecerle disculpas por su comportamiento en aquel bar. La muchacha lo miro arqueando una ceja y no pudo aguantar su inusual risita y cariñosamente le extendido la mano para pasarle la copa de vino e invitarlo a sentarse en el sofá junto del de ella.
— Hace mucho que no venías a visitarme, – en su posición de gata acurrucada le hablaba con ese siseo tan característico
— Cómo es posible que aun seas capaz de hablarle a mi corazón, es decir, no entiendo como aún después de que me dejaste.... – dice haciendo una pequeña pausa – cuando más te necesitaba. Aún así como es posible que no pueda sacarte de mi corazón,
mi Diosa
Ella solo lo observa tomando postura ergida, como una gata egipcia, sus ojos almendrados color miel y su cabellera rojiza mojada y algo crespa
Alengüei Kayún