julio 09, 2021

No me pidas que elija

Estando en una sala de hospital encontré a una mujer de setenta y cinco años que tejía un chaleco, desvié la vista hacia el otro extremo me encontré con los ojos grandes y vivos de un niño de siete años que mantenía su mirada sorprendida e inmóvil en una de mis manos, seguí la ruta de sus ojos y entonces me di cuenta y le sonreí. Le pedí que se acercara y la tocara sin miedo, el niño obedeció y ésta le devolvió un dulce.

Era mi turno de ser atendida y al entrar vi sus cálidos ojos, esos ojos que me vieron de niña jugar a las bolitas y a los autitos a control remoto. Me hizo pasar y me reviso como iba con la prótesis, me pidió los datos acostumbrados y me dio hora para quince días más, al terminar alzo la vista y me dijo

— ¿Y aun sigues con los autitos coleccionables? - su voz era cálida y con cierto dejo de nostalgia que sólo yo le podía detectar.
— Si - los tengo en una estantería en el comedor 

Se rio sutilmente como recordando cuando me veía de pequeña

— Tú siempre me quedabas mirando como jugaba con ellos - le dije con una expresión falsa de extrañeza
— Si, siempre me gustaba verte jugar y verte siempre con pantalón. Recuerdo cuándo un día tu madre te quiso poner un vestido rosado con blondas en el cuello, mangas y donde termina el vestido, pero te lo sacaste encondida y apareciste con una polera y un pantalón corto.

Todo iba bien hasta que me pregunto por mi vida actual, entonces lo mire y le dije que me había casado con un compañero de la universidad llamado Luis, pero nunca lo he olvidado. Al decir todo me fui de la consulta ya que la viejecita u estaba tejiendo ahora venia por una prótesis en su pierna

Llegue a la casa y ahí estaba Samuel mirándome desde arriba de una mesita junto a la ventana, le salude como si fuese uno de nosotros y prepare almuerzo. Abrí el bolso en el sillón para sacar los exámenes y de éstos cayó un papel de recetas pero en lugar de escribir el nombre de algún remedio, decía con una letra poco clara: 

"yo tampoco me he olvidado de ti" 

Sentí cómo un hielo bajaba por mi espalda en el momento que Lucho entró cerrando la pueta tras de sí, automatizarte arrugue el papel y lo tire a la basura.

Recibí a Luis mirando a Samuel como cómplice de un secreto mudo y esa noche serví la cena normalmente y nos fuimos a la cama.

Volví en un mes más a la consulta de mi doctor y volví a mirar sus ojos, me reviso como andaba la prótesis y luego como si fuera lo más natural del mundo, me invito a salir. Lo miré asombrada, luego me senté frente a su mesa, junte mi mano con la prótesis en señal de oración y cerrando los ojos le dije con voz  muy solemne: 

— No me pida que elija, se lo suplico por que entonces tendría que elegir con el corazón y no con la cabeza

Abrí mis ojos y lo encontré sonriendo, se levanto y miro por la ventana un par de segundos, posteriormente se volteo, tomo mi brazo, sus manos eran tibias y me dijo: 

Tu brazo necesita de la prótesis, sino no funciona cada quince días tendrás control por tres meses
— Gracias Cesar. 



Alengüei Kayún 









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