febrero 04, 2020

Mito de Narciso

            Junto a una fuente Clara, no tocada por el hombre, ni bestias, ni calor de sol, llega Narciso a descansar; al ir a beber en sus aguas mira su propia imagen y es arrebatado por el amor, buscando que aquella imagen es un cuerpo real; queda inmóvil ante ella, pasmado por su hermosura: sus ojos, su cabello, sus mejillas y su cuello, su boca y su color. Y admira cuánto es en él admirable, y se desea y se busca y se quema, y trata inútilmente de besar y abrazar lo que mira, ignorando que sólo es un reflejo lo que excita sus ojos; sólo una imagen fugaz, que existe únicamente porque él se detiene a mirarla.

              Olvidado de comer y dormir, queda allí inamovible, mirándose con ansia insaciable, y quejándose a veces de la imposibilidad de realizar su amor, imposibilidad tanto más dolorosa cuanto que el objeto a quién se dirige parece, por todos los signos corresponderle y súplica a quién mira que salga del agua y se le una y, finalmente, da en la cuenta de que se trata no más que de una imagen inasible, y que él mismo mueve el amor por qué es víctima. Anhela entonces apartarse de sí mismo para dejar de amar, y comprende que eso no le es dado, y pretende la muerte, aunque sabe que, al suprimirse, suprimira también a aquel quien ama.




Alengüei Kayún





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