Santiago se veía enorme al lado de San Fernando: Vehículos por donde se quisiera hacían atochamientos en cada esquina y las casas de dos pisos pareadas que Alengüei en un comienzo creyó que dos casa eran una sola, micros de colores circulaban las calles, enormes máquinas hacían un ruido estruendoso al construir un hospital, colegios a cada cierta cantidad de cuadras con montones de niños inquietos reclamando para ir a casa antes que se toque el timbre mientras que el inspector de patio y un portero redecían a los malandrines para que no se escabulleron más allá de la reja. De esta forma seguían avanzando por las calles que si no fuera por que Eric vivía acá se formarían verdaderos laberintos y Alengüei observaba con extrañeza que el contexto social de las viviendas cambiaba abruptamente de aspecto dejando dar rienda suelta a la imaginación. Finalmente y después de mucho andar llegaron a una villa habitualmente cerrada por un gran portón negro en donde vivía Clara. Solo se podía ingresar al recinto con la autorización del conserje, al verlos éste tomó una bitácora con los nombre de los residentes y luego les preguntó: “nombre y apellido de quien vienen a visitar” a lo que Eric contesto: “Clara Medina”, El hombre revisó la lista y al ver el nombre en ella los hizo pasar, se abrió rechinante la puerta rechinante la reja y el auto avanzó: las casas eran pareadas todas de primer piso pintadas, la mayoría, de color ladrillo, las ventanas tenían protecciones negras y alguna que otra casa las tenían de color blanco, con distintos diseños cada una y al fondo de la villa se podía ver claramente estacionada una micro amarilla de la ruta seiscientos doce. La casa estaba ubicada al tercer lomo de toro, a mano derecha, al fondo, la casa a la izquierda.
La casa se divide en un living,
comedor, cocina, un baño, dos piezas, afuera en el patio trasero: jardineras,
baldosas amarillas y dos piezas más; al lado de las piezas estaba un lavadero
color tierra adentro de un pequeño corredor que conectaba hacia el ante jardín
a través de una puerta café cuya parte superior era ovalada. Clara los esperaba
ansiosa ya que ellos y Andrés eran los únicos que faltaban para dar la
bienvenida a Lientur de su regreso desde las cercanías del volcán Chaitén.
— ¡Qué bueno que estén aquí niños míos!
— Tía, la Alen estaba desorientada porque no conocía nada de nada y desconocía la forma de las casas
— No es para tanto Eric si igual conozco algo, mi mamá me trajo cuando era niña al doctor
— ¡Ah! Pero eso no es gran cosa, eras muy pequeña y no vale porque entonces no tenías conciencia. Tía a todo esto cuando llega el Lientur desde Chaitén
— Ya está en Santiago en la casa de su polola
— ¡Polola! – dice Isabel en voz baja
— ¿Qué es lo que dices? – Eric le preguntó a la muchachita cabizbaja
— ¿Yo? Nada, es que me sorprendí cuando Clara lo dijo. ¿Tía dónde esta el baño?
— A mano derecha, al fondo
— Gracias, Con permiso
— Adelante
Alengüei fue al baño con ganas de llorar, puesto que tenía los ojitos húmedos porque no podía creer que Lientur la olvidaba tan fácilmente
— ¿Qué le pasa a la Alengüei que se demora tanto en el baño?
—No lo sé tía – le dice Eric como queriendo no adivinar el motivo de su prima
Después de unos minutos Isabel sale al comedor y se encuentra cara a cara con Lientur que venía llegando de su viaje y dejaba sus cosas camino a la pieza.
—Hola Alen
—Lientur que bueno verte
—Si, permiso – pasó por su lado sin decir nada más dejándola pasmada de asombro
—Andrés ¿quieres bebida?
—Gracias tía
—De nada hijo
—Clara – dice de pronto Raquel
—¿Si?
—Quiero hablar una palabrita contigo
—Por supuesto Raquelita ven acá nadie nos va a molestar
—Bien
—Te escucho hermanita
—Bueno sucede que Eric desde un tiempo a esta parte se ha vuelto muy amigo de Alengüei después de que tu hijo se fue
—Que bien, pero no entiendo por qué pones ese tono de procuración
—Lo que pasa es que no me gusta mucho, es que como Lientur y ella estuvieron toda una vida juntos y ahora él vuelve, pero siento que no es lo mismo, se han tomado una cierta distancia y es muy notoria
—Raquel, tu bien sabes, aunque no se ha dicho nunca, que la sobrina y mi hijo sintieron algo alguna vez, sin embargo ahora Lientur está pololeando y por fin se desligo de ella
—Si Clara sé lo que ha pasado con ellos desde niños y por eso tengo miedo que la historia se vuelva a repetir con mi hijo Eric. Presiento, es más estoy segura, que él siente algo por la hija de Marcelo
Por otro lado de la casa se encontraban Marcelo, Eric, Andrés y Lientur conversando en el patio haciendo una rica y jugosa carnecita a la parrilla.
—Compadre – dice Andrés – así que está amarrado a una chancletita eh
— Jaja, amigo la vida es cortísima y por lo tanto hay que saber aprovechar cada instancia
— ¿Y dónde la conoció gancho? – dice Eric sirviendo una copita de vino tinto
—En Puchuncaví
—Mich se las trae el primo capitalino – dice Andrés codeándolo
—Más vale que la trate bien sobrino – dice Marcelo mirando con el rabillo del ojo como dándole a entender otra cosa
—No se preocupe tío, mire que la voy a tratar muy bien
Alengüei tomando unos mates con naranjita pensaba acerca de lo que sentía sobre Lientur cuando de pronto éste hace su entrada en el corredor: un tibio aire venía desde la cordillera de Los Andes y bajaba hasta la costa
—Alen me puedo sentar
—Por supuesto toma asiento ¿quieres un poco de mate caliente con naranja?
—Bueno, uno me vendría bien
—Cuéntame ¿de que quieres hablarme?
—Bueno mi Alen, te extraño, todos estos meses han sido interminables para mí por tu ausencia. No falta día que no te recuerde, sé que debes estar asombrada por esto, sin embargo yo más aún por lo que estoy sintiendo y déjame decirte que ahora siento el haberte dejado así como así sin ninguna explicación
— Por qué, si me extrañabas tanto como dices, no he recibido ni una carta tuya
— Bueno lo que sucedió fue que no quise llamar la atención ni menos levantar sospechas pero siempre pensé en ti
— Sabes Lientur, desde que te fuiste fuera por algunos meses me han pasado un montón de cosas buenas y malas, me costó mucho olvidarme de ti y créeme que en lo más profundo he tratado de olvidar, sin embargo aún siento fuertes cosas por ti que por ningún motivo he logrado transmitir, pero también tengo mi cabeza bien clara con respecto a lo que debo y no debo hacer acerca de ti. Ahora mismo por ejemplo: me afecto esa relación tuya con esa niña o mujer, pero no puedo hacer nada más puesto que siento que te perdí para siempre bajo ese nogal que por años ha guardado un secreto a voces, pero siempre, siempre va a ver como tú bien dijiste alguna vez: “La vida sigue con su curso natural y aunque el tiempo borre las huella de nuestras almas, será una unión más allá de un sentimiento lo nos permanecerá unidos hasta el fin de nuestro días”. Me dejó tan marcada esa oración que hasta el día de hoy la tengo viva en la memoria. Yo te amé tanto, tanto que me desvivía por ti, pero llega un minuto en toda persona que le toca decir su futuro y a mí me tocó decidir entre: seguir amándote o olvidarte, según yo, para siempre y con el dolor de mi corazón he optado por la segunda opción que he considerado la más sana. Además estas pololeando
— Pero Alen
— Por favor entiéndeme, no quiero sufrir más por tu causa. Por favor vete.
Sin saber ninguno de los dos Eric los estaba observando
cuando Lientur se levanta de su asiento.
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