Aldama, septiembre 1975
— Buenas tardes joven – el mayordomo le abrió la reja.
Era una mansión preciosa de hermosos jardines y pequeñas plazuelas.
— Míster Clark lo espera en su despacho, por favor sígame.
El muchacho así lo hizo; lo siguió tras sus pasos contemplando todo con el ojo que podía ver y así entraron a la mansión por unos pasillos hasta el despacho de Míster Clark. El mayordomo tocó la puerta.
—¡Adelante! – dice la voz.
La puerta se abre y y el muchacho entra.
— Pasa chico, toma asiento – hombre mayor, robusto, de aspecto bonachón que bordeaba los sesenta años
— Gracias señor
— ¿Eres Cruzart Dombra, verdad?
— Si Señor
—¿Edad? – Míster Clark revisaba sus papeles
— Veinticuatro, Señor
— Muy bien, veinticuatro – Míster Clark confirma – perfecto – se pone de pie – Sígame chico, es por aquí
En una pequeña habitación iluminada de color rosa, yace una niña de unos dieseis años sentada en una silla junto a la ventana. Llevaba un vestido rosado con lunares pálidos en tonos celestes y unos zapatitos blancos pequeños
— Anita, mi amor, te presento a Cruzart Dombra. Tu nuevo entrenador
La muchacha algo molesta iba a pronunciar algo pero al levantar la vista se ruborizó mostrando una leve sonrisa tímida
—Buenas tardes te voy a enseñar muchas piruetas ¿te parece?
Anita Elizabeth sonrió haciendo el ademan de ponerse en pie pero como no pudo, sus ojitos se le llenaron de lágrimas. El muchacho se le acercó muy lentamente y le pidió con el gesto de estirar la mano que lo acompañara y ella accedió. Tomándola de la cintura la eleva unos cuantos centímetros sobre el suelo para hacerle coincidir sus piececitos con los de él, frente a frente y delante del papá Cruzart hizo caminar figuradamente a la niña. Míster Clark al ver tal acción de bondad su rostro se empezó a humedecer.
Al siguiente día él vuelve a ir y la muchacha está esperándolo en el jardín muy bonita, sentada en su silla de ruedas
— Buenos días – Cruzart la saluda con un dulce beso en la mejilla
— Hola ¿que tal? Buenos días – la niña algo pálida y ojerosa de cabello rubio y ojitos verdes, le sonrió levente
—¿Lista? – le dice el muchacho sonriendo
—¡Ajam!
— Ok vamos, ah pero antes una cosa, Cruzart es muy formal, tú llámame Cuty
— Cu - ty
— Así es
—Suena como un gatito
— Cu - ty
— Así es
—Suena como un gatito
Esta vez van a un parque que hay un poco más allá y mientras van avanzando él le indica cómo poner la posición de las manos manos, ya que la muchacha tiene fuerza ella lo escucha atenta mientras avanzan lado a lado. el aire era fresco y se podía oler el aroma a roble
—¿Has manejado vehículos alguna ves?
—No nunca – ella lo mira con sus ojitos brillantes al escuchar eso
—Pues yo te voy a enseñar, tú tienes fuerza en las manos, te voy a enseñar a manejar la silla en dos ruedas
—¿Tú sabes hacerlo?
—Claro, mira bien
Dicho esto Cuty la acerca a una banca la toma en brazos a esa menudita niña de diesis que por primera vez en su vida sintió ganas de vivir. Se aferro suave al cuello del muchacho y acercando su nariz a su cuello, ya no quería soltarse. Mientras que Cuty daba algunos pasos desde la silla a la banca y la sentó dulcemente.
— Estas cómoda? – le dice él con los brazitos de la muchacha aún rodeando el cuello
— ¡Ay, perdón Cuty! – la niña se sonroja al darse cuenta de que ya no era necesario seguir rodeandole el cuello, pero era inevitable dejar de hacerlo.
Ya una vez sentada él ocupa la silla y empieza a demostrarle las técnicas de manejo: hacia tras, hacia delante, levantando las dos ruedas delanteras más chiquitas quedando así en las dos ruedas traseras dando vueltas, haciendo giros. Todo esto mientras ella lo miraba con admiración con sus ojitos brillantes.
—¡Wow! ¿cómo lo haces?
—Esto es lo que vas a prender. podrás subir las escaleras de tu casa si tu quieres
—¿Tú lo harías?
— Si, si tú quieres, cuando nos regresemos hago el intento para que veas cómo se hace
Ella lo miraba en serio maravilla, era la primera vez que sentía una motivación por la cual seguir luchando, ahora más que las propias clases la motivación era su entrenador, pero Cuty no podía saberlo, ¿o quizás que iría a pensar si supiera? No sería correcto
— ¿Que estas pensando criatura? – al decir esto el muchacho se acerca sentado en la silla y se incorpora un poco hacia delante tocando sutilmente la barbilla de la jovencita con su suave mano
La muchacha se sonrojó y bajó la mirada
—Na.. nada, no te preocupes – mintió sin mirarlo – Tengo calor
—¿Te gustaría un helado?
— Si, ¡por favor!
Camino a la mansión comiendo su helado, iba Anita Elizabeth muy contenta por que por primera vez que se sentía tan a gusto con aquel muchacho. Cuando llegaron a la casa éste la sentó en el sillón que había y entonces él se vuelve a subir a la silla para demostrarle que si se puede subir las escaleras poco a poco con las dos yantas traseras y luego vuelve abajar dejando a la muchacha admirada al ver como le hace. y así después de la demostración se quedaron sentados conversando un rato y luego él se fue, ya que vivía lejos y temía que se hiciera más noche. Cuando llegaron sus padres del trabajo Anita Elizabeth les contó lo sucedido
—¡Pero cómo es eso posible Anita por Dios!
—¡Fue increíble mamá! Lo vi subir y bajar por la escala con la silla y me dijo las posición de las manos y la técnica, y la fuerza ¡Y que yo también lo podía hacer!
—¡Vaya, pero cómo si él no ve! – exclama el papá asombrado
—Cariño, si puede ver con el ojo derecho
por Cuty y Alengüei